El 8 de marzo, día internacional de mujer, nos invita a reflexionar sobre la necesidad de ofrecer otra mirada en la salud que resulta enriquecedora y complementaria y que contribuye a mejorar el estado de salud de las personas y los colectivos. Esta mirada es la que nos aporta la perspectiva de género incluida en el enfoque y estudio de todos los niveles de salud. Implica reconocer que existen distinciones entre hombres y mujeres que trascienden de las diferencias biológicas y que son construidas socialmente.
El género se convierte en desigualdad en salud cuando no reconocemos éstas diferencias, cuando no realizamos un enfoque biopsicosocial en el proceso salud-enfermedad que revele lo invisibilizado por un patrón androcéntrico, cuando el modelo de referencia es exclusivamente masculino por pertenecer al grupo de poder socialmente mejor posicionado. Podemos introducir así el término de las inequidades en salud, descritas por la OMS como aquellas desigualdades que son innecesarias, evitables y además injustas y en las que el género tiene un papel primordial. Los ingresos, exclusión social, la educación, la edad, el origen étnico, la orientación sexual y el lugar de residencia son importantes determinantes de la salud, que cuando se interrelacionan con la desigualdad de género pueden agravar la discriminación y los riesgos.
En la actualidad sabemos que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida, pero con mayores enfermedades crónicas, acuden más a menudo a la consulta médica, consumen más medicamentos y tienen una peor percepción de su salud que los hombres. Ellas siguen siendo las cuidadoras principales, con la sobrecarga física y emocional que ello conlleva. Es preciso valorar la distribución del trabajo productivo, reproductivo, tiempo de ocio y descanso en el impacto en su salud y en el origen de enfermedades. La investigación androcéntrica y la extrapolación de los datos de los estudios masculinos ha llevado al retraso del diagnóstico y del tratamiento en enfermedades como las cardiovasculares, donde no son reconocidos los síntomas en la mujer. Se le prescriben mayor cantidad de psicofármacos debido a la aceptación de estereotipos que las considera más débiles y dependientes. Persiste actualmente discriminación y falta de autonomía en su salud sexual y reproductiva. Es imposible no mencionar la violencia de género como violación de derechos humanos y como problema de salud pública que afecta a todos los niveles de la sociedad en todas las partes del mundo
Desde nuestra posición como profesionales de atención primaria y desde todos ámbitos de la salud debemos de tener la aspiración pero también la obligación de trabajar para cambiar los factores determinantes de género que vulneran la salud y que tanto los hombres como las mujeres tengan las mismas oportunidades para su pleno desarrollo.
“La feminización de la pobreza es un hecho. La falta de oportunidades de empleo acordes con la formación, otro. El acoso y, cuando cabe, la violencia, otro más. Todo ello para un colectivo cuyo único defecto visible parece ser el no haber tenido la previsión de nacer con otro sexo”
Amelia Valcárcel
Dra. Rosana Izquierdo Fernández. Responsable del grupo de trabajo de Violencia de Género de Agamfec.