Asistimos desde hace unos meses a un creciente e insólito protagonismo de la Atención Primaria (AP) en los medios de comunicación. Es evidente que somos noticia por las grandes movilizaciones, dimisiones en bloque de jefes de Servicio en Vigo, debates, paros en los centros de salud, comisiones parlamentarias, declaraciones institucionales de la administración con llamadas a la colaboración, etc. Esto también ha dado lugar a explosión de opiniones de personas con valoraciones y, a veces, conocimiento de la AP muy diferente y contradictorio.
Es posible que arrastremos un atávico estigma de mediados del siglo pasado que algunos no logran superar. Aquella era una época en la que los médicos que se especializaban y ejercían la profesión en centros hospitalarios adquirían prestigio y los que no lo hacía quedaban relegados a los pueblos y villas sin la aureola de fama de los primeros, aunque con el reconocimiento y cariño de sus paisanos. Esta rémora que arrastramos la vemos ¡hasta en el examen MIR! Repasando las 250 preguntas tipo test cual no sería mi sorpresa que la única que hace referencia al médico de familia es para poner de relieve que una prueba diagnóstica está mal indicada. Debemos ser los únicos que, con las pocas pruebas que podemos solicitar, aún no lo hacemos tan bien como otros especialistas…Lo cierto es que hoy la medicina de familia es una especialidad más, quizá de las más complicadas por la amplitud de conocimientos y competencias que abarca y nadie pone en duda la calidad de la formación y preparación de nuestras residentes. Sorprende la afirmación a contracorriente del decano de la facultad al afirmar que la especialidad “nos salió mal”. Ese plural mayestático propio de la institución no significa, por suerte, protagonismo en el desarrollo de nuestra especialidad y explica el desafecto de la facultad hacia la medicina de familia. La realidad contradice esa afirmación: nuestros jóvenes médicos de familia, también maltratados por la administración sanitaria, son recibidos, en su huida, con los brazos abiertos en cualquier país de la unión europea desde Portugal a Suecia. Son contratados en los servicios de urgencias, tanto de hospital como PACs, en el 061, en las unidades de Hospitalización a domicilio, mutuas, y por supuesto en todos nuestros centros de salud. ¡Menos mal que nos salió mal! Si hubiese salido bien es posible que tuviésemos que eliminar el resto de especialidades…Siendo serios es innegable el cambio que produjo en nuestro paisaje sanitario la aparición de nuestra especialidad y su desarrollo, ampliando cada vez más sus competencias desde la cirugía menor a la ecografía, desde la atencion a la infancia y adolescencia a los cuidados paliativos, desde los programas de la mujer, a la atención a los pacientes crónicos y así hasta un largo etcétera.
¿Qué ha pasado para llegar a la situación de crisis? Varias han sido las causas, desde el envejecimiento de la población y la mayor complejidad de los pacientes, a las mayores expectativas en el sistema sanitario unido a la hipermedicalización y las múltiples (e inútiles en su mayoría) tareas burocráticas que no han recibido apoyo material y humano; y lo seguimos realizando mayoritariamente los médicos, lo que nos resta tiempo para dedicarnos a las tareas que, de verdad, aportan valor al acto médico. La competencia en financiación con los hospitales también nos ha vuelto más pobres. Es una historia de crisis de crecimiento como la de los dinosaurios: demasiado volumen y sigue la misma cabeza…
Los tiempos cambian y debemos replantearnos verdades y organizaciones para responder a las necesidades de la población, verdadero objetivo de la asistencia sanitaria, que no debemos confundir con la demanda, que es siempre infinita, y nos obliga a ordenarla y priorizarla en función de su justificación clínica. Es tarea de todos colaborar en este reto: Los médicos, las asociaciones científicas, los pacientes y la administración, esta última siempre la maquinaria con mas inercia de todas a la que debemos movilizar en la buena dirección. En ese trance nos hallamos.